El lago Titicaca
En el lago
navegable más alto del mundo, el Titicaca,
está situada la Isla del Sol, en el
lugar conocido como Lago Mayor o Chucuito. Punto de encuentro de arqueólogos,
turistas y chamanes, fue frecuentada según las leyendas, por seres misteriosos
procedentes de las estrellas. Los incas la consideraban un enclave sagrado, al
que sólo se podía acceder tras ayunar y purificarse. Allí residían sus
emperadores y los amautas (sacerdotes incas), estando vetado el acceso a los no
iniciados. Según la tradición, esta isla fue erigida por Viracocha y allí
surgió la luz y se elevaron la Luna y el Sol. Repleto de túneles, éstos
conducirían, supuestamente, a las ciudades secretas de los incas.
Dioses remotos
Los recuerdos
de los nativos, relatados por los cronistas, nos llevan a los orígenes del lago.
Adolfo Bandelier, en su libro Las islas
del Titicaca y Koati, menciona un documento anónimo, titulado Conquista y población del Perú, del que
recoge textualmente el siguiente pasaje: “Dicen estos orejones que la manera que tuvieron para tener señores entre sí,
fue de que una laguna questa treinta leguas de Cuzco, en la tierra del Collao
(Bolivia) que se llama Titicaca, salió de ellos un rey que se llama Inca
Viracocha, que era muy entendido sabio y era hijo del Sol”. Por su parte,
Fernando Díez, estudioso de los mitos de los Andes, afirma sobre este personaje
que “el constructor del mar de fábula del Titicaca, custodiado por la dentada
crestería de las cumbres, descendiendo del pedestal divino, quiso alternar con
sus criaturas. Fue héroe, gigante, caudillo y hombre sucesivamente”. Abundando
sobre la descripción de Viracocha, Pedro Cieza de León nos lo describe como un
“hombre blanco de crecido cuerpo que inspiraba veneración y mostraba gran
autoridad; dominaba la naturaleza, tenía tan gran autoridad; dominaba la
naturaleza, tenía tan gran poder que de los cerros hacía llanuras y de las
llanuras hacía cerros grandes, haciendo fuentes en las piedras vivas, y como
tal poder reconociesen, llamabanle hacedor de todas las cosas criadas”.
Las pisadas del Sol
El escritor
Fernando Díez de Medina, autor de Tiahuanaco,
capital del misterio, sostiene: “No se sabe cuáles fueron los dioses de los
remotos atlantes. Ni su organización política y social. Apenas queda recuerdo
de su sapiencia botánica. Dicen que hacían brotar árboles y plantas
desconocidas en las tierras más áridas, que se transportaban a cortas
distancias por el aire. Que podían remodelar montes y colinas…”.
Garcilaso de
la Vega, en sus célebres Comentarios reales de los Incas, nos
cuenta “El lago llamado Titicaca, donde está la isla, tomó el mismo nombre de
ella. Tiene de circuito de cinco a seis mil pasos, donde dicen los incas que el
Sol puso aquellos sus dos hijos (Manco Capac y Mama Ocllo), varón y mujer,
cuando los envió a la Tierra para que doctrinasen y enseñasen la vida humana a
la gente barbarísima que vivía en aquella tierra. A esta fábula añaden otra de
siglos más antiguos: dicen que, después del diluvio, vieron los rayos del Sol
en aquella isla y en aquel gran lago primero que en otra parte alguna”.
También alude
a la misteriosa naturaleza del lago el padre Bernabé Cobo en su obra Historia del nuevo mundo: “Estando los
moradores de ella admirados, confusos, amedrentados de tan oscuras y largas
tinieblas, los que habitaban la isla sobre dicha del Titicaca (Isla del Sol)
vieron una mañana salir al Sol de aquella peña con extraordinario resplandor,
por lo cual creyeron ser aquel peñasco la casa y morada verdadera del Sol” Hoy
podemos pensar que se estaba refiriendo a una nave. No en vano, los testimonios
de quienes afirman haber visto salir y entrar misteriosas luces en el lago
Titicaca son muy numerosos.

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