Mensaje subliminal es aquel que por su velocidad de exposición no alcanza el umbral mínimo para ser percibido conscientemente por el destinatario, pero sí es registrado por su cerebro.
Su poder de sugestión para inducir pautas de pensamiento y conducta es considerable, porque cuando el mensaje emerge en la conciencia del individuo éste tiende a interpretarlo como una intuición o como el resultado de un proceso propio de elaboración de decisiones.
Al ignorar el afectado que le fue «inoculado» en el inconsciente deliberadamente desde el exterior, tampoco lo somete a crítica ni desconfía de ninguna intención ajena a su propia psique.
En los años 50 ya se probó con éxito la eficacia de este método para inducir al consumo de determinados productos en el marco de investigaciones que hicieron públicos los resultados: la población a la cual se le pasaron los mensajes incitando a ingerir Coca-Cola y palomitas de maíz durante el pase de una película, aumentaron sensiblemente la demanda de estos productos al abandonar la sala de proyección, en el mismo local.
En esta línea, puede imponerse la imagen de cobardía o perversión moral de un político rival pasando estímulos subliminales con este mensaje.
Las investigaciones muestran que ante la imagen neutra de un sujeto cualquiera, sobre la que se introducen otras con montajes subliminales que lo presentan en actitudes temerosas, la mayor parte de las personas interrogadas sobre si ese sujeto les parece «intuitivamente» valiente o cobarde se inclinan abrumadoramente por la respuesta programada.
El mensaje subliminal puede ser visual o auditivo, y también es posible enmascararlo dentro de cualquier otro mensaje: música ambiental anuncios, etc.
Puede servir para desalentar reivindicaciones sindicales, desactivar conflictos incipientes (por ejemplo, induciendo la convicción de una derrota segura en caso de tomar la iniciativa), o para el deterioro de la imagen de líderes molestos con creciente influencia.
Su empleo se prohibió hace ya tiempo en publicidad, pero lo cierto es que se usa profusamente como estrategia corriente de comunicación en nuestros días, incluso como técnica en el punto de venta, introduciendo, por ejemplo, mensajes subliminales de alto voltaje erótico en la presentación de productos de consumo masivo, desde las bebidas y alimentos a la electrónica.
Y es que, aparte de difícil de detectar, el estímulo subliminal es aún más arduo de probar. Incluso si el análisis demuestra que existe tal mensaje subliminal, nunca será fácil determinar las intenciones de los manipuladores solo sobre esa base.
Así es que nunca sabremos si nuestras ideas, son realmente nuestras, o algún poder en las sombras, las están cultivando.
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